jueves, 29 de diciembre de 2016

El arte de la gilipollez

Es complicado encontrar a alguien que no diga alguna gilipollez a lo largo del día.
No tiene nada de malo, ahí están los dirigentes de nuestro querido país que de vez en cuando las sueltan.
Son innumerables las veces que a lo largo del día, cualquier político español sale en rueda de prensa y con sandeces de lo más variopintas, intenta argumentar la gilipollez de turno que se la ha ocurrido a él, o a algún secretario de estado, o subsecretario, o director general, o subdirector general, o coordinador, o vete tú a saber.
El problema de la gilipollez en España podría parecer histórico, pero no, es algo más de estado de derecho y esas cosas.
Sí los españoles tuvimos que fostiar a los franchutes porque querían campar a sus anchas por España, pues les fostiabamos, pero no anduvimos con gilipolleces morales de si les íbamos a reventar la juerga iberica a base de ostias.
Sí bien es cierto que luego la gilipollez nos encasquetó de nuevo al curioso Rey Fernando, nada, otra revolución mal acabada por la gilipollez congénita.
En el ámbito más doméstico, más de españoles medios, mediocres, listos, tontos, feos y guapas, que también hay para vosotras, la gilipollez está al orden del día, y de la noche.
Las dice el ministro, como para no decirlas los que pagamos la juerga.
El arte de la gilipollez quizás pase por la consciencia que uno debe tener, de las gilipolleces que pergeña su cabeza a lo largo del día.
Di todas las gilipolleces que quieras, intenta argumentarlas, y si puedes, intenta convencer a todo el que quieras de la gilipollez de turno, aunque sea un país entero, pero al menos ten la sensatez de ser consciente de la gilipollez que acabas de soltar por tu boca, o que se acaba de publicar en el boe.
Descansaras mejor, aunque tengas a cuarenta y siete millones de hijos de España acordándose de tus ancestros, más o menos de la época de Viriato.
No seas gilipollas y concéntrate, a veces resulta complicado darse cuenta de las gilipolleces que uno dice.


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